martes, 29 de octubre de 2019

CUANDO INSISTEN EN QUE LA EMPRESA DE MALLORCA DE 1229 ES UNA CONQUISTA CATALANA...


Hoy en día es una afirmación muy extendida que la conquista de Mallorca de 1229 fue el inicio de la expansión del imperio catalán por el Mediterráneo, que fue una conquista catalana y que los catalanes nos trajeron la lengua catalana y que por esto la lengua “propia” de Mallorca es la lengua catalana. 

Pero resulta que la conquista de Mallorca de Jaime I no fue catalana. Y no lo fue por dos motivos fundamentales. Primero, la empresa de Mallorca fue la continuación de la reconquista cristiana iniciada trescientos años atrás desde los condados de la antigua Marca Hispánica. Recordemos, además, que la reconquista fue apoyada en 1064 por Roma con la proclamación por el Papa Alejandro II de la primera cruzada en territorio europeo. Y segundo, como en todas las conquistas de la Corona de Aragón sus participantes procedían de muy diversos territorios, básicamente Cataluña, Aragón y Occitania.

Es cierto que en la conquista de Mallorca participaron nobles catalanes, pero no hemos de olvidar que Jaime I era occitano, había nacido en Montpellier, y que su padre, Pedro el Católico, dominó gran parte de Occitania. Es por esto que participaron nobles occitanos, y además, como era el Rey de Aragón, también se embarcaron señores aragoneses en la cruzada de Mallorca. Pero además de los territorios aragoneses la empresa quedó abierta a todo el mundo cristiano, tal como se puede apreciar en la llamada de la conquista, omnes homines de terra nostra et aliunde venientes [todos los hombres de nuestra tierra y procedentes de otros lugares] , y como se puede observar en la nómina de conquistadores: R. Casals de Lerida, G. Castelo de Tortosa, Domingo de Tarazona, G. Seguer de Barcelona, Sapatel de Barcelona, G. De Zaragoza, Garcia de Huesca, Jacme de Montpelier, Feri de Marseyla, Matheu de Sabadel.


Con Jaime I embarcaron colectivos de las principales ciudades de la corona, las provenzales de Marsella y de Montpelier, las catalanas de Barcelona y de Tarragona y las ciudades aragoneses de Huesca y de Lérida —recordemos que en el momento de la conquista de Mallorca, Lérida forma parte del Reino de Aragón, motivo por el cual los ilerdenses, como los aragoneses, jurarán en 1243 heredero al Infante Alfonso en las Cortes aragonesas celebradas a Daroca—. También acompañaban a Jaime I eclesiásticos como Berenguer de Palou obispo de Barcelona, Guillermo obispo de Gerona y fray Bernardo de Campanes lugarteniente del maestre del Temple y sus principales barones como Nuño Sanchez conde del Rosellón, Guillermo II vizconde de Bearn, Hugo IV conde de Ampurias, los caballeros catalanes Ramón Alaman y Ramón Berenguer de Ager y los aragoneses Eixemén de Urrea y Pedro Cornell.

También desde Roma se animó a la conquista de Mallorca a todo el orbe cristiano. Día 29 de noviembre de 1229 el Papa Gregorio IX ordenaba al prior de los dominicos de Barcelona aconsejar a los clérigos y laicos occitanos de Arlés y de Narbona que ayudasen a Jaime I en la empresa de la conquista, concediéndoles las mismas indulgencias dadas a los cruzados de Tierra Santa. También  hay que añadir que la conquista de Mallorca llevaba impregnado el espíritu cruzado, ya que se realizó en la época de la Sexta Cruzada: jo vaig en aquest viatge per exalçar la fe que vós nos havets donada, e para baixar, e per destruir aquells que no creen en vós [yo voy a este viaje para ensalzar la fe que vos nos habéis dado, y para bajar, y para destruir a aquellos que no creen en vos]. Además en la Crónica Real del Rey Jaime podemos leer que los nobles participantes entendían, en todo momento, la conquista de Mallorca como la continuación del secular enfrentamiento entre cristianos y sarracenos: E quan foren tant prop los crestians dels moros, com serien quatre astes de llança de llong, giraren les testes los moros e fugiren [Y cuando estuvieron tan cerca los cristianos de los moros, como serían cuatro astas de lanza de largo, giraron las cabezas los moros y huyeron].

En ningún momento los participantes clamaron por una supuesta catalanidad de la conquista, de la misma  manera que en las crónicas de la época siempre se relató la toma de Mallorca como una gesta del Rey de Aragón y no del Rey de Cataluña: En lan 1229 lo dernier jorn de desember, ço el a dire la vigilia dan nuevo, pres lo senhor de Jacme de aragon Malhorgas an sas ostz [En el año 1229 el último día de diciembre, en la vigilia de año nuevo, el señor Jaime de Aragón tomó Mallorca con sus tropas].

martes, 22 de octubre de 2019

CUANDO NOS HABLAN DE UNA SUPUESTA CONFEDERACIÓN CATALANO-ARAGONESA...


Hoy en día no nos cansamos de escuchar la constante denominación —incorrecta, absurda y contraria a los hechos históricos y documentados— de la Corona de Aragón como Corona catalano-aragonesa, Corona de Cataluña-Aragón, Casa de Barcelona; e incluso que el Rey de Aragón es el conde-rey, y que la Casa de Aragón es, ni más ni menos, que la casa real catalana. Todas estas denominaciones son hijas de la inventada Confederación catalano-aragonesa por Antonio Bofarull en el siglo XIX, durante la Renaixença catalana —cuna del ansia catalanista de protagonismo y victimismo de querer reconstruir la historia a su conveniencia política—. Pero la realidad histórica es muy distinta a la que le agradaría al nacionalismo catalán.

A finales del siglo XIII, concretamente a partir del reinado de Jaime II de Aragón (1291-1327), el amontonamiento de territorios heredados como Aragón y Barcelona, construidos como Cataluña, y conquistados como Mallorca, Valencia y Sicilia, llevó a que apareciesen las denominaciones de Corona regni Aragonum [Corona del Reino de Aragón], Corona Regum Aragoniae [Corona dels Reyes de Aragón], Corona Aragonum [Corona de Aragón], o simplemente Aragón. 

Aragón fue la denominación usada siempre, nunca Cataluña. Para designar las divisiones geográficas, denominadas “lenguas”, de la Orden de Malta hallamos Aragón y no Cataluña. Las “lenguas” fueron las divisiones políticas en las que la Orden de Malta se organizó desde el siglo XIV hasta el XVIII. Se correspondían aproximadamente con las provincias que usaban otras órdenes religiosas. Las siete “lenguas” iniciales fueron: Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón (con Navarra), Inglaterra (con Escocia e Irlanda) y Alemania. En 1462, Castilla, León y Portugal se separaron de Aragón, formando cada una su propia lengua. Cataluña siguió incluida en la “lengua” de Aragón. También podemos comprobar cuál era el grito de guerra de los almogávares. En la crónica medieval del gerundense Ramón Muntaner leemos como la batayla fo muy fort et cruell; mas a la fi, tots los franchs levaren un crit e cridaren: Aragó!, Aragó! [la batalla fue muy fuerte y cruel; al final, todos los francos (los almogávares) elevaron un grito y gritaron: ¡Aragón!, ¡Aragón!].

En el orden de prelación de la titulación real por detrás del Reino de Aragón queda el Reino de Mallorca, el Reino de Valencia y el Condado de Barcelona. ¿Qué pasa con Cataluña? ¿Cómo no la hallamos en la colección de títulos reales?

Si nos situamos en el siglo IX podemos observar como el título de Conde de Barcelona mostraba la estrecha relación que tenían los territorios del este peninsular con el nombre de España. Recordemos que la conquista de Barcelona por los francos en el año 801 supuso el establecimiento definitivo de la Marca Hispánica al sur del Pirineo con el objetivo de proteger el Imperio Franco de los ataques sarracenos. Después de la desaparición de la dinastía carolingia (987) se produjo la desvinculación de facto, que no de jure, de los condes de Barcelona del Imperio Franco. La Marca Hispánica desapareció para dar paso a una serie de condes que tomaron como propia la idea de la Reconquista cristiana de la Península. Así tenemos como el Conde de Barcelona y Gerona Ramón Berenguer I (1035-1076) era denominado Ispanie subiugator [apoderador de España] en referencia a que desde Barcelona se promovía la Reconquista cristiana, así como el reconocimiento de ser el heredero natural de los primeros condes francos de la Marca Hispánica.  



Posteriormente, otro Conde de Barcelona que llevaba el nombre de España en su nómina de títulos era Ramón Berenguer III (1097-1131): Raimundus, Dei gratia Barchinonensis et Hispaniarum marchio, Bisuldunensium et Provincie comes [Ramón, por gracia de Dios marqués de Barcelona y de España, conde de Besaldún y Provenza]. Y fue precisamente con Ramón Berenguer III en el Liber Maiolichinus de gestis pisanorum illustribus [Libro mallorquín de los hechos ilustres de los pisano] de Lorenzo de Verona que relataba la cruzada pisana de 1114/1115 contra los sarracenos mallorquines, que se documentó por primera vez la existencia de Cataluña, que en esa época coincidía con el territorio del Condado de Barcelona. En el Liber el Conde de Barcelona era denominado Dux Catalanensis [Duque catalán]. 

Con la posterior unión de Barcelona y Aragón (1137) el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV aún no se podía titular Rey de Aragón, sólo Príncipe de Aragón. Y es a estas titulaciones a las que se añadieron los nuevos marquesados conquistados de Tortosa (1148) y Lérida (1149), comes Barchinone, princeps Aragonum atque Illerde ac Dertuse marchio [conde de Barcelona, príncipe de Aragón y marqués de Lérida y de Tortosa], unos marquesados que quedaron inicialmente entre Aragón y Barcelona. El siguiente Conde de Barcelona ya se podía titular Rey de Aragón, era Alfonso II (1164-11963), que pasó a titularse Rex Aragonum [rey de los Aragones] en plural, y no como se denominaban sus predecesores, Rex Aragonensium [rey de los aragoneses], ya que bajo su soberanía queden además de los aragoneses todos los súbditos de los territorios del Conde de Barcelona.

Durante el reinado de Alfonso II se comenzó a definir el futuro territorio catalán, aunque sin denominar este espacio como Cataluña. En 1173 se celebren las primeras Asambleas de Paz y Tregua, in dicta terra mea a Salsis usque ad Dertosam et Ilerdam [en mi tierra desde Salsas hasta Tortosa y Lérida], donde participaban, junto al rey, obispos, magnates y barones, llegando más allá del Condado de Barcelona. Unas paces que se extendían desde Salsas —al norte de Perpiñán— hasta los nuevos territorios ganados de Tortosa y Lérida. Este último Marquesado, junto al Condado de Ribagorza, quedó en disputa entre Barcelona y Aragón que no se solucionó hasta el siglo posterior.

Para hallar la denominación de este espacio territorial como Cataluña se ha de esperar al siglo XIII, durante el reinado de Pedro el Católico (1196-1213). En las Asambleas de Paz y Tregua que se celebraban a partir de 1200 se estableció que las paces de Barcelona fuesen respetadas desde Lérida hasta a Salsas, per totam Cataloniam, videlicet a Salsis usque ad Ilerdam [por toda Cataluña, a saber, desde Salsas hasta Lérida]. Pero dentro de este espacio geográfico, además de Tortosa y Lérida había una serie de Condados como Urgel, Pallars, Rosellón y Ampurias que eran independientes de Barcelona. Tanto estos condados como los Marquesados de Lérida y Tortosa sólo tenían como vínculo en común la figura del Rey, por el vasallaje que le rendían los primeros o para haber sido un botín de guerra los segundos.

La construcción territorial de Cataluña se consolidó a partir de 1244. Durante el reinado de Jaime I (1213-1276), las paces de Barcelona, que llegaban hasta el río Segre —ad Ilerdam—, se extendieron hasta el río Cinca, a Cinca usque ad Salses [de Cinca hasta Salsas], hasta más allá de Lérida. A partir de esta fecha el Marquesado de Lérida quedó sujeto a las paces de Cataluña. Un año antes (1243) el Marquesado de Lérida aún formaba parte del Reino de Aragón, motivo por el cual los ilerdenses, junto con los aragoneses, juraron como heredero al Infante Alfonso en las Cortes de Daroca. La disputa entre catalanes y aragoneses por el Condado de Ribagorza se decantó en favor de los aragoneses en 1300. En cuanto a la frontera norte, esta se mantenía en el Rosellón, que formaba parte de la nueva Corona de Mallorca (1265-1343). Así nos lo confirmaba el cronista Bernardo Desclot con motivo de la invasión francesa de Cataluña de 1285: e viren la muntanya de Panisars, que parteix Catalunya e Rosselló [y vieron la montaña de Panisars, que parte Cataluña y el Rosellón]. 

Durante el reinado de Pedro III de Aragón (1276-1285) se fue más allá del territorio y se dan los primeros pasos para llegar a una forma institucional de Cataluña, cuando a partir de 1283 el Rey se obligó a celebrar Cortes anualmente: si nós i els succesors volem fer alguna constitució o estatut a Catalunya, els sotmetrem a l’aprovació i consentiment dels Prelats, dels Barons, dels Consellers i dels ciudadanos [si nos y los sucesores quieren hacer alguna constitución o estatuto para Cataluña, los someterán a la aprobación y consentimiento de los Prelados, de los Barones, de los Consejeros y de los ciudadanos]. Pero no es hasta el siglo XIV, en tiempos de Pedro IV de Aragón (1336-1387), que culminó la edificación administrativa e institucional de Cataluña en torno del Condado de Barcelona, con Urgel incorporado en 1314, y, durante su reinado Ampurias (1341) y el Rosellón (1343), llegando a la figura, acuñada por los juristas catalanes, del Principado de Cataluña. 

Aquella era la única denominación que oficialmente y legalmente se podías usar, ya que este territorio no dependía de una rey —no existía el Reino de Cataluña—, ni de un conde —Barcelona no abarcaba toda Cataluña—, sino de una soberano, el prínceps [príncipe], el Rey de Aragón. La primera vez que se documenta la denominación de Principado de Cataluña no es hasta a la convocatoria de Cortes en Perpiñán de 1350, Principatus Cathaloniae [Principado de Cataluña]. 

sábado, 12 de octubre de 2019

CUANDO OCULTAN LA RESISTENCIA MALLORQUINA A LOS INVASORES CATALANES...


La doctrina catalanista tiene como principal premisa dejar siempre de lado y ocultar todo aquello que puede ser una diferenciación del Reino de Mallorca respecto de la Corona de Aragón, que el catalanismo la identifica simplemente con Cataluña. Un caso flagrante de mentira y ocultación de la realidad es la de la fidelidad y apoyo incondicional de los mallorquines a sus reyes de la dinastía privativa en las invasiones catalanas contra Jaime II (1285) y contra Jaime III (1343), así como al apoyo dado a Jaime III en su fatal intento de recuperación de Mallorca (1349).

A la muerte de Jaime I (1276) la Casa de Aragón se escindió en dos: Mallorca y Aragón. La Corona de Mallorca quedó conformada por el Reino de Mallorca —las Islas Baleares— y los honores occitanos de Montpellier, Llates, Omelades, Carlades y los condados norpirenaicos de Colliure, Rosellón, Cerdaña, Coflent, Capcir y Vallespir. El nuevo Rey de Mallorca, Jaime II, juró los privilegios mallorquines día 12 de septiembre de 1276. Para desgracia de Jaime II de Mallorca, a la no aceptación de la separación territorial de la Corona por su hermano Pedro III de Aragón, se unió el hecho de que Mallorca era un importante centro de intercambio por donde pasaban las rutas más importantes del Mediterráneo —la de Oriente que llegaba hasta el Mar del Norte pasando por Gibraltar, Lisboa y Galicia, y la que comenzaba en los puertos africanos de Berbería, que llegaba hasta a París y Flandes— que quedaban fuera del control aragonés. Todo esto más una serie de circunstancias adversas precipitaron en 1285 la pérdida para Jaime II del Reino insular por un período de trece años.

La invasión fue comandada por el Infante Alfonso de Aragón, que llegó a Mallorca con las terribles tropas de almogávares y mercenarios sicilianos que transportaba en las sesenta galeras al mando del almirante siciliano Roger de Lauria. El catalanismo oculta la lealtad y resistencia de los mallorquines frente al invasor, arguyendo que como los mallorquines no eran más que catalanes, no tenía ningún sentido que se hubiesen opuesto a retornar al seno de la Corona de Aragón. Pero la realidad es que si hubo una fuerte defensa y oposición mallorquinas. Además de la fuerte resistencia en al Castillo de Alaró por parte de los mártires Cabrit y Bassa y los suyos, también se dio una fuerte oposición a la invasión de Reino en la capital balear. En Palma el lugarteniente de Jaime II, Pons de Sa Guardia, se hizo fuerte entre los muros de la fortaleza palmesana del Temple, mientras que el resto de mallorquines aptos para el combate lo hacían en la fortificada mezquita-catedral situada frente al Palacio de la Almudaina. Pero a pesar de la gran defensa isleña las tropas de almogávares y sicilianos redujeron a los mallorquines. Después de la caída de la capital el Infante Alfonso se dedicó a represaliar a los mallorquines leales a Jaime II de Mallorca.

Hay destacar que durante los más de diez años que Mallorca estuvo en manos de Aragón el mallorquín más ilustre y universal de todos los tiempos, Ramón Llull, fiel al defenestrado Rey de Mallorca no puso pie en ningún territorio aragonés y mucho menos en Mallorca. De hecho, en su obra Blanquerna denunció la desposesión del Reino de Mallorca a su amigo Jaime II. Dice el monarca mallorquín: ara son esdevengut pobre e son en manysepreu de les gents per un rei ergullos, injuriós qui, per son gran poder e per avarícia m’ha tolta ma terra [ahora he vuelto pobre y menospreciado de las gentes por un rey orgulloso e injurioso quien por su gran poder y por avaricia me ha quitado mi tierra]. Como es de imaginar este episodio de la vida de Llull está totalmente borrado de la historia por el catalanismo.



Al cabo de medio siglo la  historia se volvió a repetir. Esta vez fue Jaime III de Mallorca el que perdió el reino a manos de Pedro IV de Aragón. La constante tensión entre los dos cuñados Jaime y Pedro, acentuada durante el conflicto con Marruecos, llevó a la decisión final de Aragón de incorporar Mallorca a su Corona. En 1342 con esta intención y con la excusa de la acuñación de moneda en Perpiñán, en contra de lo convenido, Pedro IV de Aragón abrió un proceso contra Jaime III que culminó con la desposesión del Reino de Mallorca. Así es como Aragón invadió de nuevo Mallorca en 1343. Nuevamente hay que destacar la importante resistencia del pueblo mallorquín, que el catalanismo vuelve a ocultar. Además de la resistencia armada de los castillos roqueros de Alaró, Santueri y Pollensa, el lugarteniente de Jaime III se hizo fuerte en la fortaleza del Temple de la capital balear. Pero a pesar de la fuerte resistencia mallorquina el ejército aragonés venció a los isleños. Y como en la anterior invasión las represalias contra los mallorquines leales a los reyes privativos fueron terribles a cargo del nuevo gobernador Gilaberto de Centellas. Hubo deportaciones a otros lugares de la Corona y también ejecuciones entre la nobleza y ciudadanía mallorquina leal a Jaime III de Mallorca.

Pero Jaime III no se resignó a perder su Reino insular. Con el objetivo de recuperarlo, en 1349, vendió sus dominios continentales occitanos de Montpelier, Omelades y Carlades al Rey de Francia para poder sufragar el ejército que había preparado para la reconquista del Reino. El día 11 de octubre con un ejército formado por mil hombres entre provenzales, languedocianos e italianos desembarcó en el norte de Mallorca. La táctica de defensa puesta en práctica por el terrible Gobernador Centellas consistió en trasladar a todos los habitantes del Reino junto con animales y alimentos a la capital isleña, a la ciudad de Inca y a los castillos roqueros de montaña para evitar cualquier tipo de ayuda de la población mallorquina a su legítimo Rey. 

Los días de la Corona mallorquina acabaron definitivamente en Lluchmayor día 25 de octubre de 1349 con la muerte de Jaime III de Mallorca, y la prisión en Barcelona del Infante Jaime. La cabeza del Rey mallorquín fue enviada al Rey aragonés como trofeo de la victoria, mientras que el cuerpo fue enterrado en la iglesia de Lluchmayor, para ser posteriormente trasladado a Valencia a fin de evitar cualquier intento de veneración popular. En el año 1905 los restos de Jaime III retornaron a su estimada patria para descansar definitivamente en la Catedral de Mallorca. 

En el lugar de la muerte de Jaime III, conocido como es camp de sa batalla [el campo de la batalla] seiscientos años después, se erigió una cruz en recuerdo del Rey mallorquín que lucho y murió por la independencia del Reino de Mallorca. En la cruz se grabó la leyenda tui memore tui [los tuyos de se acuerdan de ti]. Los que recordamos cada 25 de octubre no faltamos a la cita para el homenaje de nuestro último Rey privativo. Los que faltan cada año son toda la corte catalanista que rinde pleitesía a sus adoctrinadores.

domingo, 6 de octubre de 2019

EPISODIOS BALEARICOS

En Baleares —el antiguo Reino de Mallorca— como en el resto de territorios de la extinta Corona de Aragón —Valencia, Cataluña y Aragón— padecemos los delirios de la doctrina catalanista en nuestra vida cotidiana. De un tiempo a esta parte hemos podido observar como el catalanismo, como doctrina política que es, ha ido metiéndose en nuestras vidas a través de los partidos políticos, de las asociaciones culturales, de los medios de comunicación, de la enseñanza... Y todo ello con el fin de crear el marco necesario y suficiente para llegar a su objetivo final, que es la creación de los “Países Catalanes”. Para lograrlo —porque lo está logrando— el catalanismo ha ido actuando en dos puntos básicos para conseguir su fin: la lengua y la historia.

El catalanismo ha repetido y machacado hasta la saciedad que la lengua de Cataluña, Valencia y Baleares, es la lengua catalana, sin admitir que se pudiesen usar las seculares denominaciones de lengua valenciana y lengua mallorquina en los antiguos reinos de Valencia y de Mallorca, respectivamente. Y no sólo eso, también se ha encargado de pasar el rodillo de todas aquellas diferencias morfológicas, sintácticas y léxicas que hacían distintas a la lengua valenciana y mallorquina de la lengua estándar fabricada según el dialecto de Barcelona. Pero la realidad es que no se tratan de la misma lengua tal como denuncio en mi último libro SA LLENGO DE SA PATRIA MALLORQUINA: S'HERENCIA DES RUM. Tanto el valenciano, el catalán como el mallorquín son dialectos de la misma lengua, la lengua de oc. 


En cuanto a la historia —que es el objeto de estos EPISODIOS BALEARICOS— el catalanismo ha ido moldeando y adecuando nuestra historia para dejar de lado las acciones baleares que quedan fuera de su uniformizada historia de Cataluña, así como para también dejar de lado aquellas ejecutorias baleares que forman parte de la historia de España. Los caminos, medios, modos y vías usados son dos: por acción y omisión. 

El camino de la acción es el más evidente de los dos. Consiste en la apropiación de hechos y personajes históricos de Valencia y de Baleares para ser denominados “catalanes”. El catalanismo es experto en robar todo aquello valenciano o balear que más le interesa para su edificio pancatalán. Ciñéndonos al ámbito balear encontramos ejemplos harto conocidos: el filósofo mallorquín Ramón Llull — denominado “catalán de Mallorca” y “forjador” de la lengua catalana—, el Mapamundi de Cresques Abraham — conocido como “Atlas Catalán” —, el arquitecto mallorquín Guillermo Sagrera — máximo exponente del “gótico catalán” —, el almirante norteamericano descendiente de menorquines David Glasgow Farragut —da nombre a la fundación catalanista Farragut Fund—, el milenario mar balear —denominado “mar catalán” —…. A la apropiación hay que añadir la catalanización de todos los acontecimientos que protagonizan los reyes de la Corona de Aragón, ya que para el catalanismo la Corona de Aragón es igual a Cataluña. Por eso la doctrina catalanista nos habla de la conquista catalana de Mallorca, de la repoblación catalana de Mallorca, de la expansión catalana por el Mediterráneo… en fin, todo es catalán.

El otro camino es la omisión. Es la ocultación, olvido, engaño y mentira de aquellos hechos históricos de Baleares que no encajan en sus planteamientos, ya sea porque son parte de la historia de España o porque suponen una diferenciación respecto de Cataluña. Todas aquellas ejecuciones isleñas realizadas en el seno de la Monarquía de España —Reconquista, batalla de Lepanto, conquista de Túnez, conquista fallida de Argel, Guerra de los Treinta Años, Guerra de Independencia…— en las que hay participación de mallorquines son directamente ocultadas. Para el catalanismo se trata sólo de acciones realizadas por Castilla. Y no digamos las guerras catalanas contra su rey, ya sea aragonés (1460 Juan II) o de España (1640 Felipe IV) en las que Mallorca permanece leal al rey.

Otra omisión deliberada por el catalanismo, ya que supone una diferenciación respecto de Cataluña, es el maltrato a los reyes privativos mallorquines — Jaime II, Sancho I y Jaime III— y a sus ejecutorias. Para el catalanismo la confrontación que hubo entre Jaime II y Jaime III con los reyes aragoneses es tratada como un mero conflicto entre parientes, y además añade y hace hincapié que en las dos invasiones catalanas 1285 y 1343 la actuación de los mallorquines ante el invasor fue de absoluta tibieza, sin defender para nada a su rey mallorquín. Ocultan de mala manera la resistencia de los mártires Cabrit y Bassa en Alaró en 1285 y la del Castillo del Rey en Pollensa en 1343. Y no digamos de como dejan a la población isleña cuando en 1349 Jaime III desembarcó en Mallorca para recuperar su reino. El menosprecio a los reyes mallorquines es terrible. Desprecian la conmemoración de cada 25 de octubre de la batalla de Lluchmayor (1349) en la que murió Jaime III, no participan en la ofrenda floral a Jaime II cada 12 de septiembre.

Con estos EPISODIOS BALEARICOS quiero denunciar la terrible manipulación catalanista de Baleares y dar a conocer al lector cual es la verdadera realidad que se está ocultando.